domingo, 13 de septiembre de 2009
¡Juntos hasta en el paraíso!
Después de que las autoridades locales se diesen un baño de multitudes haciendo el paripé en la apertura de la nueva temporada del Teatro Principal de Zaragoza, la obra que la inaugura ya puede ser disfrutada por el más común de los mortales. Una temporada que se augura comercial y sin sobresaltos ni boutades (que para eso estamos en provincias), pero plagada de títulos interesantes y actores de renombre: Lola Herrera, Sancho Gracia, José Sacristán, Héctor Alterio, ...
"Días de vino y rosas", dirigida por la británica Tamzin Townsend (que volverá a este escenario con dos obras en octubre), es la adaptación que David Serrano (un guionista y director de cine que me tiene contento con el 50% de su filmografía... ¡y que contento me tiene con la otra mitad!) hace del texto que 47 años atrás dio lugar a una obra maestra del cineasta Blake Edwards. Y, naturalmente, la nueva versión conlleva cambios que justifican la presencia de dos españoles en escena y contemporiza la acción.
Me resulta esta nueva visión de lo escrito por J. P. Miller un trabajo digno y lleno de oportunidades para dos actores notables (una esquelética Silvia Abascal y un deseado, a tenor de los comentarios en las butacas colindantes, por el público femenino Carmelo Gómez), pero que se centra en exceso en el periplo alcohólico de dos personajes que se pierden buscando su camino hacia el Edén. La cinta de 1962, por contra, usaba el líquido de alta graduación para hacer un retrato de su época, los años sesenta que olvidaban la Segunda Guerra Mundial y definían los patrones del nuevo hombre, amén de invitar a las féminas a compartir la nueva vida y el éxito, lo cual implicaba seguir el ritmo hacia un sueño neoliberal en el que todo estaba permitido, tal y como recrean la reciente producción "Revolutionary road" y el éxito televisivo "Mad men".
Mientras la película con Jack Lemmon y Lee Remick sigue siendo un testimonio gráfico de primer orden, el hecho de que de aquellos polvos vengan estos lodos sólo respeta en la pieza teatral con Gómez/Abascal los ríos de brandy alexander y la (necesaria) crítica moral. Ni siquiera el cambio de feliz comedia a desgarrador drama es aquí tan abrupto, como si de antemano supiéramos (o debiéramos saber) cómo acabará todo. Un justo éxito puntual pero dudosamente perecedero como su sucesora yanky...
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